Este fin de semana estuve completamente afónico por esforzar demasiado la garganta y no tuve otro remedio que callar y escuchar. Aunque solo fuera durante 24 horas, vi el mundo desde otro prisma, el prisma del silencio.
Dicen que los cómicos somos, en general, unos egocéntricos de mierda, y nos les falta razón, porque estamos acostumbrados a hacernos oír, gracias a la ayuda de nuestro inseparable micrófono, que nos otorga ese poder. De ahí que en algún momento podamos pensar que nuestra opinión o nuestros chascarrillos son siempre más importantes que lo que tengan que decir los demás.
Por eso el hecho de no poder hablar te hace ver las cosas de otra forma. O mejor dicho, te hace escuchar las cosas de otra forma.
Os pongo en situación: típica reunión de amigos de sábado por la tarde arreglando el mundo junto a una cerveza fría o un descafeinado con soja para los más flojillos como yo. De repente, empiezan a surgir los temas que más nos agobian: el desempleo, la corrupción, llegar a fin de mes, seguir solteros a los treinta y cinco, las canas de la barba…ese tipo de cosas.
En una situación normal, yo trataría de emitir mi opinión o hacer una gracieta sin tener en cuenta lo que opinan los demás (algo que intento corregir, creedme). Llámadlo deformación profesional o egocentrismo puro. Pero como estaba totalmente afónico me limité a escuchar lo que cada uno de ellos decía. Y quizás ninguno de mis colegas sean eruditos, lumbreras o grandes economistas, pero las ideas fluían y no estaban nada mal. De hecho, eran muy graciosas.
Entonces cogí mi libreta, la que siempre me acompaña porque nunca se sabe cuando vas a tener una buena idea, y me puse a escribir los pensamientos en alto de mis amigos. Realmente era un gran material, carne de monólogo, diría yo.Por desgracia, el tono y la cantidad de tacos e improperios emitidos por mis amigos hace imposible que pueda reproducir sus perlas aquí, pero lo importante de todo esto es que a veces, si nos paramos a escuchar y le ponemos freno a nuestro ímpetu por hacernos oír, podemos aprender cosas fantásticas de la gente que nos rodea.
La gente que habitualmente tiene el privilegio de poder hablar en público, como yo o cualquiera de mis compañeros de la comedia o de la radio, les debemos a los demás el escucharlos y extraer ese otro material que a veces se nos escapa. Siempre le digo a mis alumnos que deben estar atentos a todo, fijarse en cada cosa que ocurre a su alrededor y lo mismo ocurre con las personas que nos acompañan en la vida. Con el tiempo, debemos intentar que nuestra posición o nuestra experiencia no se interpongan en el camino de entrada de buen material del exterior. Nuestra familia y nuestros amigos son unos guionistas fantásticos, aunque no lo sepan.
Xaquín Domínguez
diciembre 20, 2014No sólo es rigurosamente cierto lo que escribes, sino que debería ser el mantra de cualquier escritor/actor/cómico. Creo que todos hemos empezado (y continuamos…) comportandonos como soberanos gilipollas por el simple hecho de tener lengua rápida para las paridas. Afortunadamente con el tiempo aprendemos a bajarnos del personaje y ESCUCHAR.
Gracias por tratar el humor con seriedad.
Buen post y buen blog. Felicidades.